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Catedral de San Pedro
Donato Bramante (1506), Michelangelo Buonarroti (1547), Carlo Maderno (1614), Gian Lorenzo Bernini
Cuando estás muerto, ya no cambias. Pero la Catedral de San Pedro no acepta eso. Nace y renace en manos distintas: Bramante, Miguel Ángel, Maderno, Bernini. No es una obra: es una disputa. Una fe que no se deja morir. Cada trazo es un pulso, cada cúpula un intento de imponerse al silencio. Aquí, la muerte no se representa: se desafía. La piedra sube al cielo no para descansar, sino para insistir. Porque lo que no quiere morir, aún muerto, sigue construyéndose. Aunque nunca termine de ser uno.
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